El toro de Miura

Somos, más o menos, entre 115 y 120 millones de mexicanos. La cantidad de tragedias en nuestro país, supera, por día, a países que se encuentran oficialmente en guerra. Hoy, las voces resuenan sólo por 43. Pero, la realidad (que en México es lo mismo que el olvido o la indiferencia), es que, siquiera desde el sexenio pasado, la desdicha alcanza a los 200 mil.

Basta mirar cualquier informativo para comprender que esa cantidad va en aumento. Basta saber que muchos de esos casos ni siquiera son demandados. La suma aumenta de uno en uno, de dos en dos, y de repente son 43. Pero un 43 no vale más que un uno, no lo hace pues no son números sino vidas. No obstante, nuestra actitud responde a los números y a las etiquetas.

No importa si las víctimas son estudiantes; niños, jóvenes o viejos; mujeres u hombres: se trata de seres humanos a merced de la decadencia moral. Peor aún, por esa mayoría que va de uno en uno nadie marcha, nadie grita, nadie pide.

Esto es injusto. No hay forma de que una vida valga más que otra, aunque a veces la fatalidad se presente en conjunto y otras en uno solo. No vale más ser un estudiante que ser un jubilado; ser un panadero, empresario o intelectual; no merece más la vida uno que el otro. Lo que vale es que cualquier ser viva bien y en paz. Éste habría de ser el estandarte de la lucha. Pero nos encantan los números, aunque reprobemos en matemáticas.

¿Qué es lo que importa entonces?. Si lo significativo es defender la vida, con todos los seres que esta implica; y la paz, con toda la responsabilidad que exige de todos, los números y las etiquetas habrían de irse por la borda. A estas alturas, las víctimas en México son de todo tipo: animales humanos y animales no humanos; la naturaleza misma, la tierra.

Pero los mexicanos seguimos marchando. ¿Y para qué? El último Teletón (diciembre 2014) recaudó 474 millones 143 mil 221 pesos (según la página de Internet de la televisora que lo encumbra). Lo interesante, es que esto nos da una idea de su índice de audiencia y, lo que es aún más terrorífico, del nivel de credibilidad que gozan.

El número de “me gusta” que tiene la televisora número 1 en su página de Facebook Noticieros, es de 2 millones 698 mil 972. Como dato adicional, el número que presume en su perfil de “Deportes”, es de 4 millones 451 mil 279. Ambos datos, crecen segundo a segundo; toda vez que México enarbola el segundo lugar de obesidad en el mundo y el primero de muertes por diabetes. Si se sigue el ejemplo, se entenderá a qué me refiero cuando subrayo que la protesta está siendo inadecuada; a veces, contradictoria.

Empero, la reflexión no importa: lo primordial es desgarrarnos el gaznate, sacarnos los callos y ponernos el sombrero de revolucionarios. Sí, revolucionarios, pero por piedad y misericordia, no nos quiten la televisión.

Si se cree que la única protesta posible es la marcha, padecemos de una crisis de ideas y de reflexión metodológica. Las marchas no cambian nada porque lo que hay que cambiar no se cambia.

Pensar no nos faculta para desarrollar estrategias útiles. Es decir, pensamos porque estamos vivos; sin embargo, repetir a ultranza el mismo método es una señal inequívoca de que el pensamiento no está siendo autocrítico y reflexivo. Al contrario, aparenta nítidos síntomas de pereza y conformismo.

Pero hay más. Cierto tipo de resistencia colabora con aquello que se critica. Se protesta, pero se lo hace de tal forma que se coadyuva para fortalecer al opresor. Por ejemplo, al efectuar congregaciones, se favorece el concurso de infiltrados, destrozos y las típicas provocaciones recibidas por todos lados. El resultado siempre es el mismo cuento. Uno que se narra como hechos que nadie podía prever.

Más se trata de una cómoda e increíble falacia. Si ya se sabe cuál es la situación de agresividad, incompetencia e incomprensión persistente, ¿por qué protestar de la misma manera?. Si es para victimizarse, se está siendo muy ingenuo. Ser víctima en este país no tiene ningún valor porque no se le acompaña de una solícita evaluación y deliberación previa que encauce el accionar de la demanda.

Esto es fundamental: el método no da resultado porque la acción no se dirige al foco correcto. Uno de ellos, sin duda, es la televisión: principal guía, educadora, gobernante y símbolo de absoluta devoción y veneración en México. ¿Importan las marchas si su credibilidad va in crescendo?.

Si no ponemos en práctica planes concretos y distintos; si no tenemos el valor de cambiar y de renunciar a lo que realmente hace que la situación esté como esté, a través, claro, de una reflexión honesta, la desgracia se perpetuará. Lo hará porque cooperamos.

No se es valiente por ir a gritar afuera del Palacio de Gobierno o por quemar una piñata con la forma del Excelentísimo. Se es valiente cuando se decide cambiar, se es autocrítico y, como dicen por ahí, se toma al toro de Miura por los cuernos. Sin embargo, resulta que para lograrlo hay que estudiar el cómo. Y es que aquí solo una cosa se puede asegurar: cuando ya te embiste, el toro no se detendrá por gritarle que lo haga. Ahora, pregúntese, ¿por dónde hay que sujetarlo para poderlo doblegar?.

Originalmente publicado en La Jornada Veracruz, el 4 de febrero de 2015

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