El porvenir
El futuro supone lidiar con la incertidumbre. No obstante, cuando el presente se formula en un ambiente altamente convulso, resulta más complejo prever con relativa seguridad. El asunto con la necesidad de la prevención no es, desde luego, la videncia, sino el derecho a estar preparados. Por desgracia, abrir los ojos a los tiempos trémulos y confusos que corren despierta la preocupación: sociedades cada vez menos pensantes, víctimas y dependientes de la manipulación que fomentan las redes sociales, así como la creciente pérdida de la privacidad; un calentamiento global que constriñe al orbe a pasos agigantados; la escasez de recursos no renovables fundamentales para el funcionamiento del mundo que conocemos; una pandemia que no se agota junto con la amenaza latente de otras pandemias desconocidas; la indiferencia hacia la criminalización del periodismo honesto de investigación (Assange); la desesperación de un imperio en decadencia y la escalada de un guerra fría que se pone caliente.
¿Qué viene? Céntrese la atención en lo que parecen cinco puntos claves para vaticinar el porvenir:
Primero, mayor pérdida de la autonomía racional y de acción, así como de la privacidad. La facilidad que tienen las aplicaciones de mensajería instantánea desarrolladas en EEUU para acceder a los datos que revelan la identidad de los usuarios con objeto de hacer recrudecer la vigilancia y la manipulación, va en cínico ascenso. El mismo FBI reconoció en su FBI Infographic re Lawful Access to Secure Messaging Apps Data que es capaz de recolectar los datos personales para los fines que le convengan, capacidad que se va fortaleciendo gracias a la indolencia colectiva. La razón está siendo vencida por el falaz atractivo y la comodidad que suponen estos medios, aunque la pérdida de uno mismo y la libertad se cobre el desarrollo del individuo y la autodeterminación de los pueblos.
Segundo, la cerrazón hacia el calentamiento global, en donde reina la incapacidad para vislumbrar las consecuencias irreversibles de la destrucción de la Tierra, así como la inacción. Apenas hace medio año, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advirtió que “lo peor está por llegar”, tanto para la salud del planeta como para la de los seres humanos incluso si se hicieran los cambios requeridos, puesto que las consecuencias más serias e irreversibles ya están en curso: proliferación de enfermedades, desastres naturales, condiciones meteorológicas extremas, migración creciente, así como la escasez de alimentos y de agua [1]. No es peccata minuta que apenas en diciembre de 2021, la OMS advirtió en la 10ª Conferencia Mundial sobre Promoción de la Salud que el mundo enfrentará desafíos todavía mayores al finalizar la pandemia, como el cambio climático, la pobreza y el hambre; y en la reunión de ministros de Economía y Sanidad celebrada en el marco de la cumbre G20 en octubre pasado, puso de relieve la venida de nuevos virus que no seremos capaces de contener, urgiendo a aprender las lecciones y a actuar en consecuencia. No obstante, ¿qué se está haciendo en realidad? Apresurando el ritmo para volver a la “normalidad” de un pasado que no existe y que no volverá.
Tercero, la escasez de recursos no renovables esenciales para la economía mundial, así como para el funcionamiento de la vida industrial y cotidiana dentro del sistema capitalista, como el petróleo, el gas natural y los minerales, está desembocando en una crisis catastrófica tanto climática, como económica y política: de entrada, porque su obtención supone la destrucción de la biodiversidad, la brutal tala de selvas y bosques, así como la explotación de los recursos marítimos y terrestres; en sí, la destrucción de la Tierra y de su equilibrio vital, haciendo que penda de un hilo la supervivencia de los suelos y el agua, así como la flora y la fauna, lo que incluye al ser humano. Luego, porque la explotación irracional del planeta ha ocasionado el agotamiento de varios de los recursos que hacen marchar al mundo, propiciando escenarios devastadores, no sólo ecológicos sino entre naciones… Desde 2012 la revista Nature publicó el artículo Approaching a state shift in Earth’s biosphere, en donde se advertía de un nuevo régimen mundial como resultado de la destrucción de los ecosistemas naturales, el cambio climático y el enorme crecimiento de la población reflejado en enormes sequías, migraciones masivas, extinción de especies, así como la carencia de agua potable y de alimentos que derivará en la búsqueda de la supervivencia de millones de personas, un vaticinio que se parece mucho a la actualidad.
Cuarto, la criminalización del periodismo de investigación honesto que, si bien implica a innumerables individuos, centra uno de sus principales ejemplos en Julian Assange. 2022 podría ser el año en que pierda su vida como consciencia de la tortura a la que es sometido o de un asesinato disfrazado como suicidio. Apenas el 10 de diciembre de 2021 veíamos con tristeza cómo el Tribunal de Apelaciones de Inglaterra y Gales dio el visto bueno a su extradición a EEUU, respuesta esperada para un gobierno lacayo como el de Inglaterra. Con todo, ¿por qué la situación pasa prácticamente desapercibida? El caso exigiría que la mayoría de los gobiernos y los pueblos del mundo demandaran pruebas de su seguridad, así como de su estado de salud físico y mental, incluida su liberación. Pero no sucede: Assange le dio a un mundo lleno de noticias falsas la verdad y este le devolvió la indiferencia ruin. Así somos.
Quinto, las posibilidades de un conflicto armado entre cuatro de las grandes fuerzas que rigen el destino de la humanidad: EEUU y la OTAN en contra de China y Rusia. Las causas son simples: a) la acelerada pérdida de la hegemonía de los primeros y b) “¡la concentración de todo lo malo en las últimas dos!”; en consecuencia, los primeros, que son “los buenos”, lucharán por siempre en contra de “los malos”, los segundos, para salvar a la humanidad (idea repetida mil veces en occidente)… La déspota presión que ejerce EEUU y la OTAN sacrificando gobiernos títeres como el de Ucrania para provocar a Rusia intentando arrebatarle su derecho a velar por sus propios intereses, así como el establecimiento de los límites que considere oportunos para su seguridad y crecimiento, no parece tener una fácil resolución si occidente no trata como iguales a quienes probablemente los han superado. Pasa lo mismo con su intervencionismo en Taiwán con objeto de desestabilizar al gigante asiático. Rusia y China están en condiciones de exigir lo propio con una contundencia sin precedentes, por lo que la ineptitud y decadencia de los occidentales podría traer temibles consecuencias. El asunto alarmante con el declive del imperio es que ahora explotarán con mayores bríos su característica más aguda: fomentar casus belli en contra de las fuerzas que los han rebasado en un intento desesperado y torpe por “recuperar su poder”.
Reflexionar en el porvenir no significa caer en un pesimismo paralizante, sino mantener una aguda consciencia sin abandonar el optimismo que fomenta un curso de acción positivo. Si bien las acciones individuales parecen aportar poco frente a los grandes desafíos, son indispensables: es fundamental renunciar al consumismo empedernido que pese a la publicidad engañosa, jamás llenará el alma; ahorre con objeto de estar preparado y con la consciencia de que el interior no se alimenta de cosas; reduzca o elimine el uso de las redes sociales a cambio de reaprender a vivir, pensar y ser feliz, buscando a la par formas objetivas de aportar al mejoramiento de las cosas; respete la vida de las plantas y los animales asumiendo no sólo su derecho a la existencia, sino el papel que desempeñan en el equilibrio de la Tierra y el espíritu humano; reduzca o elimine el consumo de comida chatarra y alimentos altamente procesados que sólo deprimen el sistema inmunológico, comprendiendo que éste es nuestro único aliado seguro frente a las posibles pandemias venideras; recuerde con la seriedad que merece que el estrés mata, de la misma manera que lo hace el cigarro, el alcohol y otras drogas: ninguno de ellos le ayudará a vencer los posibles virus desconocidos que nos asechan. Ame profundamente y perdone; la vida es un privilegio del cual debemos estar profundamente agradecidos, conscientes de que hoy más que nunca enfrentamos un incierto mañana.
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