Cuando la libertad de pensamiento es una ilusión

El control del pensamiento popular es la base del plan expansionista del imperio estadounidense. No obstante, para hacerle frente, basta con mantener una actitud crítica ante el torrente de desinformación emanado de los medios masivos de comunicación que pertenecen a la corriente ideológica imperialista.

En esencia, la historia de la humanidad es un relato sobre el sufrimiento de los seres humanos. Desde lo individual hasta lo colectivo, en cada época puede hallarse un entramado complejo de conflictos que si bien varían en intensidad o escala, encuentran su razón de ser en la búsqueda desenfrenada de los medios necesarios para ejercer un poder absoluto sobre los individuos, las naciones o incluso, sobre el mundo entero.

De todas las épocas, la actual destaca por ser un episodio oscuro en el que las guerras más cruentas ocurren en el terreno ideológico, pues es éste el último reducto que no puede ser conquistado por las armas convencionales. El objetivo es simple: se trata de eliminar (o controlar en el mejor de los casos) la cualidad primordial que distingue a la especie humana; justamente, su capacidad para pensar, la cual, cuando puede desarrollarse en libertad, se convierte en la fuente de las ideas capaces de cambiar la realidad o lo que se asume como dado.

En este contexto, las minorías que controlan el mundo libran una guerra sutil pero implacable encaminada a lograr el control de la opinión pública mundial; el fin supremo: perpetuar la injusticia social. Es cierto, no es la primera vez que las ideas se ven condicionadas por estructuras de poder que responden a intereses francamente perversos; la humanidad ya conoció las terribles consecuencias de vivir bajo las tinieblas del medievo. No obstante, la magnitud de la manipulación y los alcances del control mental e ideológico que caracterizan a la era moderna, probablemente no encuentren parangón con ningún otro momento histórico.

Es un hecho que la libertad de pensamiento está cerca de desaparecer, y por lo tanto, también la diversidad cultural de las sociedades humanas. Hoy, la capacidad de los individuos para decidir con libertad es más un ideal que una realidad concreta. Pero quizá, el aspecto más grave de la situación es que hemos perdido la capacidad para percatarnos de las nuevas formas de esclavitud de las que somos víctimas.

En los aparentemente lejanos años de la época medieval, se castigaba severamente a todos aquellos que se atrevían a desafiar lo establecido. El pensamiento debía ser único y alineado con las ideas religiosas imperantes, de modo que cualquier individuo que saliera de ese cause terminaba por ser excluido de la sociedad; considerado hereje, podía ser excomulgado, declarado enemigo del estado, torturado o asesinado bajo el amparo de Dios. Ahora, tales prácticas serían consideradas como abominables casi por cualquier persona, pero en los hechos, nuestra tolerancia hacia las formas de pensamiento que difieren de la nuestra es mínima o nula. Lo mismo ocurre en cualquier otro estrato de la estructura política o económica de la sociedad y todo ello no es casualidad, sino el resultado de estrategias mediáticas muy bien estudiadas.

El medievo tuvo a la inquisición; la era moderna tiene al imperio estadounidense. Este último es precisamente el encargado de dictaminar lo que es correcto y aceptable, así como de castigar a todo aquel, individuo o nación, que ose desafiar lo establecido. ¡Pero cuidado!, el imperio no sólo ejerce su poder mediante su brazo armado. También posee múltiples ramificaciones, algunas casi imperceptibles, que le permiten influir sobre la estructura social de prácticamente la totalidad de los países del globo. Y es justamente aquí donde tiene su arma más poderosa, más aun que la más temible de las bombas concebidas por la mente humana. Se trata pues de las herramientas capaces de influir en el ideario profundo del ser humano: los medios masivos de comunicación, la mercadotecnia, la industria cinematográfica, la industria de la moda, entre otras más. Todas ellas le permiten una cosa: eliminar la libertad de pensamiento, consolidando así una visión única alineada con sus intereses.

En efecto, la penetración de la ideología imperial en la mente de los individuos es alarmante. De hecho, lo es tanto que bien valdría la pena preguntarse hasta qué punto la nuestra se ha visto manipulada por la acción de tales mecanismos de control. Por fortuna, un trabajo sencillo de introspección, aunque atento y honesto sobre nuestra manera de proceder en el entorno en el que nos desenvolvemos, puede darnos muchas respuestas. He aquí algunas preguntas que pueden ayudar para comenzar:

¿Prefiere las películas en idioma inglés por sobre aquellas que están en español, francés, alemán o ruso?, ¿cuando va al cine o ve la televisión, encuentra una oferta real que le permita elegir entre películas de distintas nacionalidades o en general no es así? ¿Cree que Vladimir Putin es un dictador y que Rusia es un estado totalitario?, ¿piensa que en Venezuela existe una dictadura encabezada por Nicolás Maduro?, ¿asume que los sistemas de gobierno socialistas son totalitarios, malos e indeseables?, ¿piensa que un gobierno de izquierda en México sería un desastre para el país, aunque no tiene clara la razón?, ¿se informa predominantemente en fuentes como Televisa, TV Azteca, CNN o la BBC?, ¿asume que Estados Unidos es la nación más poderosa del mundo y que fueron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial?

Hagamos juntos una reflexión. En México, así como en muchos otros países, los aficionados al cine comercial cuentan con una oferta cinematográfica que no es representativa de la diversidad cultural humana. Por el contrario, la mayoría de las producciones son de origen estadounidense (9 de cada 10 o incluso más) y se proyectan en idioma inglés. En la televisión, el escenario no es más alentador. La mayoría de las que se transmiten tienen su origen en el país norteamericano y sólo un reducido grupo de canales, a menudo identificados como “culturales”, las reproducen de otras nacionalidades y en lenguas diferentes al inglés. ¿Puede ser esto una casualidad? La respuesta es clara y negativa. A través del cine, el imperio ha sido capaz de modificar la historia misma, reescribiendo los acontecimientos a su entera conveniencia a fin de inculcar su concepto de verdad en otras sociedades de forma sutil pero con gran eficacia. Así, por ejemplo, si usted creía que los Estados Unidos eran los artífices de la derrota de la Alemania Nazi, debe saber que su conocimiento surgió de un trabajo propagandístico ejecutado magistralmente por la industria cinematográfica norteamericana. El famoso y omnipresente “Día D” no fue ni la batalla más importante de esa conflagración mundial, ni decidió el destino del nazismo. Tristemente, los auténticos esfuerzos por derrotarlo, muchas veces cargados de un heroísmo extraordinario, como los ocurridos durante el sitio de Stalingrado o la Batalla de Kursk, han sido menospreciados de una forma tal que el enorme sacrificio del pueblo soviético, el verdadero vencedor de la segunda gran guerra del siglo XX, ha quedado prácticamente en el olvido.

Pero las sutilezas no terminan aquí. Para ilustrarlo, me permito introducir un breve relato personal. Hace no mucho, la película rusa de ficción científica Atracción, del director Fiódor Bondarchuk tuvo la enorme fortuna, si es que puede llamársele así, de alcanzar las salas de cine comercial de nuestro país. Motivado por este acontecimiento casi excepcional, acudí con la intención de disfrutar de un filme de ficción cuya ambientación no tendría lugar en los ya excesivamente conocidos parajes norteamericanos; esta vez, todo habría de ocurrir del otro lado del mundo. Al comenzar, esperaba escuchar la potente sonoridad del idioma ruso pero la decepción sobrevino de tajo. Los sonidos correspondían a un perfecto inglés norteamericano. El desconcierto me embargó por un momento, pero la realidad era contundente. Los directivos de la sala cinematográfica habían decidido, por voluntad propia o quizá la de alguien más, que la película debía proyectarse doblada al inglés y subtitulada al español. En tales condiciones, estoy convencido de que más de una persona debió asumir que se trataba de una producción norteamericana, especialmente los menos informados. ¿Cómo era esto posible? ¿Cuándo se ha visto que una película del cine francés se proyecte en las salas de nuestro país doblada al inglés y subtitulada al español? No hay una respuesta única. Lo cierto es que lo sucedido parece superar lo fortuito al enmarcarse en la clara tendencia antirusa impuesta por el imperio norteamericano.

Si presta atención, verá que la mayoría de los medios de información, sea la televisión, la radio o el periódico, presentan, sin argumento real alguno, una Rusia caracterizada como un país totalitario que es dirigido por un ser cuasi diabólico, un dictador en el mejor de los casos, llamado Vladimir Putin. Televisa, TV Azteca, CNN o la BBC; no hay diferencia. Su objetivo es crear el antagonista poderoso y malvado del autodenominado imperio del bien: los Estados Unidos de Norteamérica. Se trata de los mismos medios que nos hacen dudar sobre la posibilidad de elegir un gobierno de izquierda para nuestro país y los mismos que defienden a ultranza los sistemas de gobierno capitalistas, ignorando sistemáticamente sus enormes y graves contradicciones. Pero la realidad es otra, mucha más equilibrada y aleccionadora, mas para acceder a ella han de romperse los vínculos acríticos con las creencias impuestas por los medios de la corriente principal de pensamiento. En el presente, Rusia es un país poderoso que juega un papel muy relevante en la preservación de la paz mundial, en el desarrollo científico, tecnológico, artístico y deportivo, así como en la lucha contra el terrorismo. Su gran problema, al igual que el de Venezuela, Bolivia o Cuba, entre otros, es el de haberse erigido como una nación independiente que no está dispuesta a ceder su soberanía ante los intereses del imperio y su influjo seductor.

La constante es clara. En la época actual, el calificativo de dictador o de nación antidemocráctica se aplica principalmente a los individuos o a los países que han emprendido con voluntad férrea el difícil camino de la defensa de la patria y su soberanía. Para hacerles frente, la Inquisición ha vuelto en forma de un poderoso imperio, dispuesto a juzgar a los “herejes” como Nicolás Maduro o Vladimir Putin. Así, por ejemplo, en Venezuela se quema a la gente por defender su patria y por ser chavista; se le elimina en nombre de la democracia bajo el amparo de los Estados Unidos y la complacencia de los medios masivos de comunicación. Entonces, la represión de un pueblo está justificada cuando éste se atreve a desafiar los intereses de la minoría que ostenta el poder o que aspira a conquistarlo. Luego, como en Cataluña, se puede votar por la independencia y ser reprimido en “democracia” y también se puede votar con libertad en Venezuela, al tiempo que se vive en “dictadura”.

Es una realidad que nuestra sociedad castiga al que es diferente, al tiempo que enaltece al que es como los demás y se conforma con lo dado. Pero la solución está en nuestras manos y es tan sencilla como comenzar a cuestionar las ideas que simplemente se dan por sentadas. Sea pues diferente; sea usted mismo. Atrévase a diferir de los demás, así como a tener sus propios puntos de vista. Sea original; no compre lo mismo que todos ni se conforme con tener el mismo teléfono que el resto de las personas. Absténgase de beber una Coca Cola; en su lugar, prepare una limonada. Lea, cuestione, aprenda. Al final, no se trata de negar la existencia de la sociedad norteamericana o de ignorar sus genuinas y valiosas aportaciones a la cultura humana. Se trata de defender nuestra identidad; se vale saber quién es Superman o el Ratón Miguelito pero no ignorar quién fue José María Morelos o Emiliano Zapata. Esta es la actitud que abrirá el sendero de la libertad para usted. Eso sí, debo hacerle una advertencia: una vez que su conciencia abrace la libertad, jamás podrá volver atrás ni volverá a ver el mundo de la misma manera.

4.67/5 (12)

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5 comentarios en «Cuando la libertad de pensamiento es una ilusión»

  1. Qué buen artículo me cae. Me gustó mucho el párrafo que empieza: “¿Prefiere las películas en idioma inglés…?”, me parece una forma contundente y clara que mueve a la reflexión a través de preguntas directas y aplastastes; por fortuna, en mí caso, las respuestas eran negativas, pero son del tipo de preguntas que se sabe perfectamente que la mayoría responden afirmativamente. Y eso es preocupante, porque, como el autor dice, ni siquiera nos damos cuenta y nos asumimos libres de pensamiento cuando es lo más manipulado que tenemos, Y por lo tanto no somos libres.
    Ojalá que México pueda dejar de ser el patio trasero, que tenga dignidad y respeto por sí mismo, como Cuba, Rusia, Venezuela, Bolivia… sería grandioso. Pero, ¿pasará?

  2. Ideas trasnochadas…

    Sufrimiento… eso es precisamente lo que tiene alguien de izquierda en la cabeza…
    Sufrimiento, sufrimiento y más sufrimiento, esa es la ilusión del pensamiento…
    Es lo que cree, y es lo que crea alrededor.
    Es una ilusión, todo está lleno hasta el borde de cosas buenas, bellas, de oportunidades, de magia.

    Claro, hay también cosas no tan buenas, egoístas…
    pero la mayor parte son buenas…
    Es tu elección…

    el mundo es, a Dios gracias, muy variado…
    y no, no soy religioso, ni mucho menos…

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