La paradoja del pueblo que se ayuda a sí mismo

La sociedad, a diferencia del gobierno y las grandes corporaciones, donan su tiempo y dinero a la causa humanitaria. Grupo 257 de Scouts de México en la labor de acopiar despensa para el pediátrico. La imagen fue editada para resguardar la identidad de las personas que aparecen en ella.

A treinta y dos años del terremoto de 1985, la sombra de la desgracia ha caído una vez más sobre los desgastados bolsillos de los mexicanos. Ahora no son sólo los terremotos o los huracanes los que han puesto en jaque a una sociedad empobrecida, sino también los constantes embates del crimen organizado y de una corrupción sin límites que impera en prácticamente la totalidad del sistema político y social mexicano.

Superficialmente, lo que se ve es que “todos” ayudan: algunas empresas han “dado” en “la medida de sus posibilidades” para apoyar a las víctimas del sismo; las principales compañías de comunicación móvil han facilitado el uso de ciertos servicios al ofrecerlos de forma gratuita; algunas casas funerarias se han solidarizado con los familiares de las víctimas mortales y hasta unos cuantos hospitales privados están brindando atención médica a los lesionados sin costo alguno. Si bien dicho apoyo es muy valioso, la realidad es que es insuficiente y es el pueblo quien se ha volcado para compensar las enormes carencias de un país que no estuvo, no está y posiblemente no esté preparado para lidiar con las catástrofes provocadas por los fenómenos naturales como las que hoy nos aquejan.

De los bolsillos de la gente, la cual ya paga enormes cantidades de dinero en impuestos (como el IVA o el IEPS que todos pagamos en numerosos productos de uso común), sale el grueso de la ayuda; una que el gobierno y los grandes beneficiarios de las políticas económicas neoliberales no aportan. Por si fuera poco, el negocio es redondo para los grandes capitales. En el afán de ayudar, el pueblo se ha volcado a los grandes supermercados para comprar víveres y a las grandes cadenas de farmacias para adquirir insumos médicos de primera necesidad, los cuales luego serán donados. Todo ello, en última instancia, sólo enriquece al que ya es muy rico y empobrece al que ya es muy pobre. Además de que libera de responsabilidad al gobierno mexicano.

Dentro de esta magnífica simulación de ayuda, algunas grandes empresas han ofrecido donar un peso por cada peso donado por la sociedad civil. Esto es una burla. ¿Con los miles de millones de dólares que extraen por usufructuar nuestros recursos naturales o bienes nacionales, sólo pueden donar si un civil dona? La triste realidad es que todos los donativos sirven para deducir impuestos. Así que, la mitad de todo el dinero recaudado, donado por la sociedad civil, sólo sirve para que el gobierno no reciba los impuestos de estos grandes empresarios, lo cual lo mantiene en condiciones de insolvencia generando un tremendo círculo vicioso.

Por otro lado, es lamentable ver que nuestras instituciones oficiales no se han mostrado a la altura de las circunstancias. Con tantos escándalos de desvío de dinero, fraudes y negocios ilícitos, uno esperaría que, como mexicanos que son, también se solidarizaran con su pueblo; el pueblo de quienes extrajeron toda su riqueza, que dieran en la misma medida en la que se han beneficiado o por lo menos similar. Ahora, el estado mexicano, endeudado, es incapaz de brindar, por negativa o por falta “real” de recursos, la ayuda necesaria de manera rápida y efectiva. Es así como muchos damnificados no han recibido el apoyo adecuado que permitiría salvar sus vidas. Nuestros gobernantes son rápidos para tomar lo que no les pertenece y lentos para cumplir con su deber.

Para empeorar la situación, el crimen se ha exacerbado. Los reportes de asaltos en calles altamente transitadas no cesan; los delincuentes también se benefician de la tragedia. La gente se ve entonces en la disyuntiva de salir a prestar auxilio o de resguardarse por las alertas emitidas respecto a la delincuencia. Es lamentable que bajo estas circunstancias, mexicanos ataquen a mexicanos por sacar algún beneficio aprovechándose de la vulnerabilidad de otros. ¿No fueron suficientes ya tantos muertos y tantos heridos? ¿Tantas familias sin techo o destrozadas? ¿Qué nos pasa como pueblo?

La recuperación no será fácil, sobre todo porque no existen programas de gobierno que devuelvan a las familias las casas que perdieron. En la práctica, no existe un seguro público que ampare a la sociedad por los desastres naturales. Si una familia no fue capaz de asegurar su vivienda por su cuenta, difícilmente podrá recuperarla. Los problemas que esto acarrea son gravísimos. Los damnificados no podrán reincorporarse a sus actividades pues la economía no favorece una pronta e indolora recuperación.

Pese a todo y como siempre, ante la desgracia, los mexicanos somos capaces de unirnos y solidarizanos con quienes han sido afectados sin recibir un sólo peso a cambio. Es por ello que se ha de remarcar la gran labor humanitaria de la sociedad civil, ya que es ella la que está, sin lugar a dudas, a la altura de las circunstancias. Agrupaciones civiles como los Scouts, los Topos, los activistas en general, las asociaciones no gubernamentales (ONG), las asociaciones sin fines de lucro, entre tantas otras, tienen una historia de apoyo y ayuda invaluable.

Si hay algo de lo que debemos sentirnos orgullosos es de nuestro gran corazón y empatía por nuestros connacionales, sin mencionar el gran sentido del humor que nos caracteriza aun en la adversidad más severa.

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Un comentario en «La paradoja del pueblo que se ayuda a sí mismo»

  1. Es un artículo devastador, lo es porque es muy realista. Recordaba cómo nos hacen pensar que, sin juzgar lo enorme de los mexicanos solidarios y mucho menos sin menospreciar las labores humanitarias como pueblo volcado a su pueblo, somos nosotros quienes “tenemos que hacerlo”, porque nuestro país/gobierno es muy “pobre” e “incapacitado”, pero no hay cosa más falsa: en los hechos, se aprovechan de las circunstancias para que sea uno quien cumpla con la responsabilidad que les compete a ellos. Nos incitan a donar como si el gobierno no tuviera ya millones de millones, tantos que pueden desperdiciar, por ejemplo, en cada una de sus campañas políticas. Es realmente detestable.
    Por otro lado, me pregunto qué país puede lidiar con una catástrofe de esta magnitud sin recurrir o necesitar de la ayuda de la gente, sobre todo en cuestiones de mano de obra, quizá haya que investigar sí en este mundo eso es posible.
    Por lo demás, qué orgullo ser mexicano, y qué asco nuestro mal gobierno.

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