La cosecha de maíz
El maíz es la base de la alimentación del pueblo de México. Por lo tanto, es importante fomentar y mantener la tradición del cultivo de las distintas variedades que se conocen en el territorio nacional y que presentan características diversas como el color, el sabor o el tamaño, desde el maíz negro, morado o azul, pasando por el rojo y hasta el blanco. La biodiversidad con la que contamos, que es espectacular, nos permitirá hacer frente a las crisis que se pudieran derivar, ya sea de los problemas climáticos y ecológicos, o incluso de los financieros que están afectando la economía mundial. Así, se vuelve fundamental impulsar de manera continua y constante la producción local y nacional. Además, la soberanía alimentaria podrá volver a ser una realidad mediante los programas de gobierno que favorezcan el apoyo al campo, poniendo especial atención a las familias que mantienen una tradición milenaria de manera consciente y comprometida, pues entienden que depende de todos nosotros, los mexicanos, continuar con este maravilloso legado que nos fortalece como nación.
Con la finalidad de transmitir de alguna manera la experiencia acumulada en las comunidades que conocen la vida en el campo, la fomentan y la enseñan a las nuevas generaciones, en agosto de este año tuvimos el privilegio de ser invitados a conocer la milpa de una familia mexicana que radica en el estado de Veracruz. El Ing. Ezequiel Díaz nos explicó con gran detalle en qué consistían los cuidados, nos contó acerca de los productos que siembran pues son diversos e incluyen tres variedades de maíz: blanco, negro y rojo, todos son maíz criollo, así como algunos tipos de frijol, calabaza, peras, moras, entre otras cosas. Nos enseñó a distinguir los distintos productos, sus etapas de crecimiento y maduración. Es importante notar que no se practica el monocultivo, sino que varias especies crecen y se cultivan juntas, lo que favorece el enriquecimiento de nutrientes en la tierra y previene las plagas. Además, nos habló de la flora y la fauna de la región, del cuidado que hay que tener con algunas especies de plantas e insectos, como los gusanos “peludos” o “borreguilla” como les llaman ahí, que pueden causar irritaciones graves en la piel y hasta calentura.
Tuvimos la oportunidad de cosechar algunas mazorcas de maíz por mano propia y asar algunos elotes en una fogata elaborada in situ. Arrancar la mazorca, aprender a distinguir cuáles eran aptas para comer como elotes, deshojarlas cuidadosamente y dejar sólo las hojas necesarias con la finalidad de asarlas adecuadamente para después comerlas al momento, justo después de haber sido cosechadas, es una experiencia única: el elote sabe un poquito más dulce, es muy jugoso y le queda ese toque especial de la leña con que fue asado, realmente delicioso. Tras esta experiencia pudimos darnos cuenta y entender con la claridad y la profundidad que la vivencia directa te da, cuán dura y complicada es la labor de trabajar la tierra a mano usando los métodos tradicionales. La fuerza y la resistencia física necesarias son algo que ha ido desapareciendo con el surgimiento de la vida moderna en las ciudades y es verdaderamente preocupante notar cuánto daño nos está haciendo alejarnos de nuestras raíces y de la madre naturaleza. Nos hemos vuelto altamente dependientes en muchos aspectos, pero este, el que consiste en proveernos de los medios necesarios para subsistir, es el de mayor trascendencia para nuestra civilización actual. En especial porque se menosprecia la labor del campo, al campesino, al agricultor tradicional y a todo este gran conjunto de conocimientos acumulados a lo largo de generaciones que es de excepcional interés para la supervivencia de la especie.
Por ello, se hace evidente la necesidad de compartir estos saberes, estas experiencias, porque es indispensable generar mayor conciencia sobre el camino que como humanidad estamos tomando. Con la convicción de que la educación y la divulgación del conocimiento es la base para los cambios profundos, le invitamos a ver la entrevista en video que dos de los miembros de la familia anfitriona accedieron a darnos con el propósito de que esta aventura no quedara sólo en nuestra memoria como parte de un aprendizaje personal o como algo anecdótico, sino para que pudiera ser compartida con más gente.
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