Comprender a Rusia
Para comprender a Rusia, resulta menester mirar críticamente la ola de “información” confusa, contradictoria y alarmista que al respecto emana de los principales medios occidentales . No solo se trata de la procedencia dudosa de los datos proporcionados como “la verdad”, sino del incumplimiento de los requisitos mínimos que demanda cualquier cabeza pensante: pruebas que los respalden. Occidente se ha caracterizado por la invención de realidades para llevar el rumbo de los acontecimientos por el cause de su conveniencia, fomentando o aplicando sanciones draconianas, enfrentamientos armados, ataques e invasiones injustificables en pro de “la paz mundial”: culpa a gobiernos con ideologías distintas calificándolas de adversas y equivocadas, pero destruye a la gente y sus culturas enarbolando su propia y totalitarista concepción del mundo.
Para el ojo inexperto, es difícil rastrear desde cuándo el pueblo ruso ha sido víctima de adjetivos que ensalzan la demonización como su ser esencial, así como del racismo y la discriminación en contra de todo lo que le es suyo; no obstante, ocurre. Valdría recordar que la Operación Barbarroja, o la invasión alemana de la Unión Soviética, fue el nombre adjudicado en la Segunda Guerra Mundial a la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi y sus aliados en 1941. Sus pretensiones eran ideológicas so pretexto de exterminar, esclavizar, germanizar y deportar masivamente a los eslavos, lo que impulsó la creación del Frente Oriental como defensa. Este conflicto fue el escenario de algunas de las batallas más cruentas de la historia, con el mayor número de bajas y las más espantosas atrocidades que suelen verse de soslayo por parte del discurso occidental que acostumbra poner a los judíos como las únicas y peores víctimas de la tragedia. Con todo, fue gracias a la tenacidad y constancia del Ejército Rojo y los eslavos que vencieron lo insoportable imponiéndose en una contraofensiva que terminó por zanjar el avance del Tercer Reich y compañía, dando lugar a una nueva era. Sin embargo, “la demonización rusa” se instaló en la psique occidental como el aire que respira.
Fue así como, posterior al término de la Segunda Guerra Mundial, se dio origen a un enfrentamiento informativo, económico, político, ideológico, social y militar entre dos grandes bloques: el “Occidental-Capitalista” liderado por EEUU y el “Oriental-Comunista” liderado por la Unión Soviética, conocido como “Guerra fría”. En aquel tiempo, EEUU creó la alianza militar de la OTAN (1949) con el propósito de frenar el crecimiento y la influencia soviética en Europa y como respuesta, la URSS estableció el Pacto de Varsovia (1955). A partir de entonces, la URSS y EEUU comenzaron a competir por el dominio del mundo.
Las consecuencias fueron enfrentamientos de diversa índole entre las partes arriba mencionadas que se dieron en la arena de lo cultural, lo científico, lo deportivo y lo militar. Tras la disolución de la URSS en 1991, siguieron numerosos enfrentamientos destinados a despojar a Rusia de su esfera natural de influencia, lo que llevó al despliegue de grandes esfuerzos por reconfigurar el espacio postsoviético a favor de los intereses de los Estados Unidos y de la Unión Europea. La separación de facto de las autodenominadas repúblicas de Donetsk y Lugansk de Ucrania es una reacción de oposición a la labor de ingeniería geopolítica de los Estados Unidos, al tiempo que el resurgimiento de los valores del nazismo en Ucrania, sembrados allí desde la Alemania Nazi, se ve con beneplácito por una Europa impasible que encuentra en su franco desarrollo y en el engrandecimiento del espíritu antiruso, una arma conveniente para sus fines geopolíticos.
A pesar de lo anterior, el problema capital sigue siendo el ocultamiento de verdades necesarias de sacar a la luz (como los fuertes valores nazistas de un sector cada vez mayor de la población ucraniana), así como la propagación de noticias falsas y la ignorancia e indiferencia de quienes repiten irreflexivamente el discurso occidental: aseguran con vehemencia enunciados ridículos, viles y tendenciosos sin la aportación de pruebas incuestionables y con la nula o tergiversada mención de la versión rusa. ¿Por qué? Porque tienen el objetivo de crear realidades que favorezcan a sus intereses políticos, económicos y militares. Si cuando mira y escucha lo que dice la CNN, BBC, FOX, Deutsche Welle, TV5 Monde, El país, entre otros de la misma índole, sumando el inmenso papel que juegan las redes sociales occidentales, se convence de que Rusia es el demonio del mundo que existe con el único propósito de generar caos, muerte y destrucción a las naciones inocentes y soberanas del orbe, olvidando que Rusia forma parte de esas pocas poblaciones del planeta que sabe desde las entrañas lo que es el verdadero y hondo sufrimiento de la guerra, el odio, el racismo y la discriminación, todo de lo cual terminó levantándose con creces, el objetivo ha sido logrado: está siendo penosamente manipulado. Creer declaraciones como que “Rusia atacará el 16 de febrero a Ucrania” (ahora aplazado para el día 20), cuando hasta el más inocente comprendería que una de las peores estrategias de guerra sería informar al enemigo de sus planes, es absurdo. ¿Por qué Rusia establecería e informaría una fecha de ataque para que el resto se preparara o atacara primero? Más que eso, ¿por qué Estados Unidos se apresta a anticipar fechas de ese supuesto ataque, como si fuera algo que pudiera predecir con precisión? Este es sólo un ejemplo de la incoherencia en la información que riegan y bastaría un poco de reflexión sensata para ponerles un alto: ¿por qué Rusia querría otra guerra, una en la que no habría ganadores, cuando sigue reponiéndose del déficit demográfico que padece a causa de la Segunda Guerra Mundial? Pese a los titulares, los únicos que se han beneficiado de las guerras en tierras ajenas son los países occidentales como EEUU y los europeos imperialistas. Rusia no es un país belicista, sino uno que se ha defendido con dignidad cuando ha tenido que hacerlo: conocer un poco de su historia permite convencerse de que su pueblo y su gobierno merecen respeto, así como la atención a sus demandas de desarrollo y seguridad.
Describir el conflicto entre EEUU, la OTAN y Ucrania en contra de Rusia es amplio, complejo y tiene antecedentes de larga data, mas es imprescindible comprender que fue Ucrania la que, con ayuda de los actores antedichos, así como de su creciente y celebrado neonazismo, ha acumulado cientos de unidades militares en sus fronteras del este apuntando directamente a Rusia e ignorando los acuerdos de Minsk (2014-2015), los cuales tienen como objetivo alcanzar la solución pacífica del conflicto en la región de Donbás (este de Ucrania) protagonizado por el oficialismo y los independentistas pro Rusia ubicados en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, y que, entre otras cosas, establece la retirada y no el despliegue de armas pesadas en la frontera entre ambos bandos. ¿Por qué habría de pagar Rusia por lo que provocan otros o por hacer valer su derecho legítimo a la autodefensa? El objetivo de Occidente es frenar el peso y crecimiento ruso en la región (mundo) con ayuda de los miembros de la OTAN, los cuales solo sirven de tapete al gobierno estadounidense que, encima, los menosprecia forzándolos a ir en contra de sus propios intereses, como es impidiéndoles la adquisición del gas natural ruso, si bien y de manera interesante, comienzan a rebelarse algunos con relativa autonomía como Francia y Alemania.
¿Qué hacer desde este lado del mundo? Dejar de consumir los medios masivos de información hegemónicos. Parece trivial pero no lo es: de la misma forma que se debe cuidar lo que se le mete al cuerpo (evitar alimentos chatarra y ultraprocesados para preferir los saludables y naturales), debe cuidarse lo que se le mete a la mente como actividad primordial. Pese a las políticas de manipulación de dichos medios, los responsables son los consumidores que se dejan penetrar acríticamente, por lo que es preciso eliminarlos del radar mental para abrir paso a formas equilibradas de comprender el universo internacional buscando razonamientos objetivos. Abrirse a la pluralidad (evitando el pensamiento único) es una manera poderosa y realista de defender la multipolaridad que requiere el mundo para generar escenarios futuros más justos y seguros para la humanidad, pues entre más poder pierdan los medios hegemónicos de manipulación y tergiversación, más ganará la paz mundial.
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