Camarada Fidel, el más grande honor
O sobre cómo convertirse en dictador
Hubo un tiempo, amigo mío, en el que identificar la naturaleza de los gobernantes resultaba sencillo. Hoy, en cambio, sus verdaderas intenciones escapan de la mirada ingenua de aquellos que se conforman con lo superficial, lo dado o lo supuesto. Como descubrirás, convertirse en dictador significa algo muy diferente de lo que fue en épocas pasadas. Es, de hecho, una tarea ardua que demandará de tu ser el más alto sacrificio.
Comienza pues por abrevar de la fuente de los ideales sublimes; nútrete del pensamiento de quienes lucharon por la emancipación de sus pueblos, de sus naciones y del ser humano en general. Hazlo hasta que hayas forjado tu moral hasta el punto de volverla inquebrantable. Cuando estés listo, prepárate para enfrentar al Imperio representado en todos los que pretenden perpetuar en las mayorías, la esclavitud, el sufrimiento y la miseria, en pro del enriquecimiento desproporcionado de unos cuantos. La batalla será brutal, mas persevera. Sólo así alcanzarás tu primera victoria.
Cuando tengas el poder, recuerda tus principios; úsalos como la luz para alumbrarte en los momentos más oscuros. Recuerda tu deber para con el pueblo. Tu gente, tu mayor responsabilidad, será también tu aliado más grande; juntos se harán invencibles. Pero mantente alerta. Al pronto, el Imperio actuará con ímpetu formidable.
Cuando menos lo esperes, intentará sorprenderte con una invasión militar destinada a cortar de tajo las aspiraciones de cambio de tu pueblo. Pero si están preparados, los invasores fracasarán. También irá sobre ti. Primero, buscará seducirte sutilmente. Si resistes, querrá corromperte. Si te mantienes, buscará intimidarte; amenazará tu vida y la de los tuyos. Si en este punto aún muestras entereza, prepárate. Ahora querrán asesinarte; lo intentarán 638 veces. Paralelamente, te difamarán, te convertirán en un monstruo. Deberás ser ágil, fuerte e inteligente; sólo así sobrevivirás.
Entonces vendrá lo peor; atentarán contra tu pueblo. Buscarán desmoralizarlo, enfermarlo y asesinarlo. Lo harán sufrir despiadadamente. La situación empeorará de formas difícilmente descriptibles. Lo someterán por 56 años a un bloqueo criminal en el que quedará aislado del mundo; no podrán comerciar ni con sus vecinos más cercanos. Como consecuencia, escasearán las medicinas, los alimentos, los combustibles; todo aquello que consideramos como mínimamente esencial para mantener en funcionamiento una sociedad.
En este punto, ya solos y fuertemente golpeados, deberás mostrar tus dotes de líder. Guía a tu gente; motívalos. Trabaja codo a codo para impulsar la industria nacional. Apoya la ciencia, la cultura. Educa, produce profesores, médicos, científicos. Úsalos para compensar las carencias impuestas por el bloqueo. Luego, expórtalos al mundo para que siembren la semilla de la libertad en otros pueblos del mundo.
Si superas todas las pruebas, será entonces y solo entonces, cuando el Imperio te conceda su más alto honor. Te condecorarán con el título de dictador; una distinción que te reconocerá como un líder supremo al que jamás pudieron doblegar. En ese momento, amigo mío, habrás alcanzado el objetivo.
En un mundo donde las opiniones se construyen sobre la base de una lucha férrea entre extremos opuestos e irreconciliables, es difícil escapar de las miradas en las que todo se percibe como blanco o todo se pinta de negro. Fidel Castro Ruz, un ser humano excepcional, no pudo escapar de esta dualidad artificial. Admirado, elogiado, criticado o demonizado; sus atributos coexisten simultáneamente en la percepción de una sociedad altamente influenciada por los medios. Medios masivos que responden, no lo olvidemos, a los intereses de unos cuantos.
Si usted no simpatiza con el máximo líder cubano, reflexione por un momento: ¿de dónde viene su concepto de Fidel?, ¿lo conoció? ¿convivió con él?, ¿qué sabe de la revolución cubana y de dónde obtuvo este conocimiento? Si responde con honestidad, verá que en la mayoría de los casos sus ideas se generaron a partir de lo que otros dijeron. En muy pocas ocasiones se tratará de una opinión formada a partir de la consulta de fuentes primarias de información. Incluso, si usted viajó a cuba, probablemente haya olvidado que visitaba un país en guerra. Así es, una guerra que, si bien es de baja intensidad, en sus 56 años de duración ha causado estragos inconmensurables a su infraestructura, su economía y su sociedad. ¿Podría decir qué país atormentado por la guerra podría mostrarse sin carencia o sufrimiento?
Por último, le invito a que me acompañe con una reflexión más. ¿Qué pensaría de un presidente que eliminara la miseria y el hambre de México?, ¿Cuál sería su opinión si ese mismo presidente acabara con la delincuencia y la inseguridad? Y, ¿qué tal si también desterrara el analfabetismo y nos diera la posibilidad de vivir en una nación digna y soberana? Hoy, Cuba es el único país de Latinoamérica en el que puede caminarse tranquilamente por sus calles; no hay hambre, no hay miseria, no hay analfabetismo. Se trata de una nación auténticamente libre que renunció a la satisfacción inmediata que produce el consumo desenfrenado propio del capitalismo.
Fidel Alejandro Castro Ruz es un gigante. Un personaje cuya obra no sólo puede juzgarse por sus proezas en beneficio del pueblo cubano y de los países oprimidos del mundo, sino también por la magnitud de sus enemigos. Fidel, al mando de un país diminuto, venció a uno de los imperios más grandes y despiadados que la historia haya conocido. Estados Unidos, el autoproclamado defensor de la democracia, ha derrocado presidentes legítimos en todo el globo; ha aniquilado pueblos y destruido naciones que compartían un anhelo en común: defender su dignidad. Y esa es la clave.
En el presente, ser dictador significa que se es enemigo del imperio y de sus abusos. Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, entre muchos otros, representan la esperanza de cambio para una humanidad condenada a la decadencia eterna por las ambiciones de unos pocos. Por ello, son calumniados, difamados o degradados. Otros en cambio, como Ángela Merkel, quien lleva 11 años en el poder y ya ha anunciado su intención para ejercer un cuarto mandato por cuatro años más, jamás alcanzará el honor de ser llamada dictadora; simplemente, es una sierva más del imperio.
Fidel, ahora eres inmortal. Tu esencia ha renacido, joven y resplandeciente, en los corazones de millones de personas que compartimos el ideal por un mundo mejor. Si bien la noche ha caído, es la luz de tu faro la que nos guiará hasta la llegada del nuevo amanecer.
Comandante, ¡Hasta la victoria siempre!