Guerra necesaria
Se propone la reflexión sobre dos cuestiones: la necesidad de la guerra y el derecho a la autodefensa. ¿Puede la guerra ser un acto necesario? Intente reflexionar en la pregunta con objetividad. Se comprende, desde luego, que el planteamiento no sólo es altamente complejo y hasta peligroso por su naturaleza polémica. No obstante, considérelo con frialdad. Apelar a moderar las emociones de ninguna manera pretende hacer una apología de la guerra, sino situar el razonamiento dentro del mundo real para sacarlo del onírico.
El político, filósofo, escritor y poeta cubano, José Martí, uno de los máximos pensadores hispanohablantes, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de la isla caribeña, defendió que en determinadas situaciones de estricta importancia sociopolítica para los pueblos, la guerra era un camino imprescindible e inevitable. Parte de su pensamiento puede vislumbrarse en su frase:
Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable.
La proposición martiana apunta hacia la necesidad de la independencia de Cuba de España y a su liberación del capitalismo depredador con su revolución, procesos libertarios indispensables para la consumación de la autonomía de su pueblo; empero, su proposición es aplicable a otros casos alrededor del mundo.
Los movimientos independentistas en Latinoamérica, sus revoluciones, así como otras batallas armadas que se libraron en el continente americano para lograr la libertad y una multiplicidad de derechos, fueron batallas obligatorias porque las circunstancias no permitían la opción diplomática. Aun con las independencias y revoluciones, el saqueo y la represión son continuos porque los países latinoamericanos no cuentan con la fuerza política, económica y militar para defenderse de la explotación. La triste (o conveniente) realidad es que la inmensa mayoría de los pueblos del mundo no tienen capacidad de defensa, lo que los mantiene aplastados por los gobiernos imperialistas que los explotan. En virtud de la diferencia de poderes, la diplomacia en estos casos suele ser una pantomima: en la esfera de lo político, lo militar y lo económico, las diferencias determinan los niveles de abuso.
Cuando han existido revoluciones pacíficas y han sido exitosas, más temprano que tarde son aplastadas por golpes de estado, movimientos armados internos fomentados desde el exterior o por formas de guerra blanda que terminan estrangulándolas por medio de sanciones draconianas. Cuando una revolución es pacífica pero no se enfrenta de manera directa al sistema explotador, tiene la “paz” sólo por eso.
Ejemplos sobre guerras necesarias e inevitables alrededor del orbe también sobran: ¿el nazismo se hubiese vencido dialogando cuando el motor de sus acciones no reposaba en la razón?, ¿el fascismo se puede erradicar por medio del diálogo cuando sus bases de justificación tampoco descansan dentro de la esfera racional?, ¿el supremacismo blanco se ha eliminado mostrando mediante la argumentación que no existen bases científicas que demuestren que existen seres humanos superiores a otros por el color de su piel, etnia o cultura? Aunque estos datos existen e incluso podrían ser incuestionables en tanto a su cientificidad, el nazismo, el fascismo y el supremacismo blanco van en franco desarrollo porque sus criterios de justificación descansan en ideales contrarios a la ética y a la razón que consideramos justa. Si bien la educación siempre ha sido el estandarte de lucha de los que persiguen un mundo libre y equitativo sin el uso de las armas, su alcance es relativo y gradual, por no decir decididamente lento, topándose con pared cuando se enfrenta con las pautas irracionales que justifican los actos de genocidio, fascismo o nazismo. Como éstos no descansan en una base universal, como fuese la ciencia, la igualdad, el derecho a la vida y a la diferencia o en el amor benevolente y la compasión, no es posible apelar al diálogo sin un lenguaje común. ¿En qué medida es posible derrotarlos por medios que no sólo les son desconocidos sino contradictorios? Si un hombre, mujer, niño o niña que fue violado hubiese tenido la fuerza física suficiente para doblegar a su agresor, ¿debía permitir la violación en nombre de la paz o defenderse? Cuando no se recurre a la fuerza en caso de este tipo de agresión y abuso de poder, ¿es por respetar la integridad del agresor o porque no se cuenta con la fuerza para detenerlo? Durante el maltrato, la violación o el asesinato, ¿el agresor es capaz de detenerse para dialogar y en función de esto razonar y comprender los motivos de su error? Lo que se quiere decir con esto no es que la fuerza o la violencia sean el camino para la resolución de los problemas, sino que es una mentira que el diálogo sea la solución en absolutamente todos los casos críticos.
Imagine que están bombardeando a su vecindario; a los lados yacen muertos sus abuelos, padres, hijos, hermanos, parejas y amigos, y por todas partes se defiende una campaña interminable para justificar y continuar la aniquilación de su gente, su cultura y etnia, prohibiéndole hablar en su propio idioma, enseñando en la escuela que todo lo suyo es el enemigo y pidiendo el exterminio de sus niños en aras de evitar la continuación de su monstruosa descendencia. ¿En qué medida es posible la diplomacia aquí? Como el mundo está lleno de pacifistas diplomáticos, es posible asumir que, a pesar de que sus familiares y amigos yazcan muertos a su lado, usted llamará al diálogo porque confía en que es a través de la razón que se logran los acuerdos diplomáticos de paz inclusive con quienes no razonan. Entonces, lo golpean y castigan de forma ininterrumpida durante ocho años, a usted y a los suyos, pero en el ínter, siguen matando a sus compatriotas, destruyendo y prohibiendo su cultura y a todo lo que representa su existencia. A pesar de todos sus intentos diplomáticos por detener semejante aberración por medio de la razón, le sancionan y golpean con más fuerza haciéndole ver que usted no es un ser humano, o uno de cuarta si le va bien, por lo que no merece apelar a sus derechos, ¿seguirá sin meter las manos en nombre de la diplomacia?, ¿en qué medida se convierte ésta en la promotora de crímenes cuando no funciona?, ¿durante cuánto tiempo es ético apelar a ella si no sirve?
No se justifica tergiversar el concepto de guerra necesaria como tampoco los de paz y autodenfensa: lo que los simplistas están defendiendo es que aunque seas agredido, torturen a los tuyos y no funcione la diplomacia, debes aceptarlo en nombre de la “paz”; pero, ¿para quién se está defendiendo esa paz realmente?, ¿para la víctima o para el victimario? La respuesta es para el victimario, lo que corrompe el sentido de la paz: esto es lo que le pasó a Rusia luego de resistir por medio de la diplomacia durante ocho años de atentados ininterrumpidos contra los suyos y lo suyo dentro de Ucrania, víctimas de un genocidio promovido por el fascismo de los dirigentes y ciudadanos ucranianos que simpatizan con los ideales nazistas, así como de EE.UU y la OTAN, falsos garantes de la paz y la razón. Piénselo al revés siguiendo la proposición de Martí: si es igual de criminal el que promueve una guerra evitable como el que deja de promoverla cuando es necesaria, ¿por qué Putin y el Kremlin esperaron 14 mil muertos para intervenir con la fuerza que requerían las circunstancias? ¿Lo hicieron así porque Rusia no estaba lista o porque objetivamente no querían la guerra, a pesar de todo?
Cuándo la guerra o la violencia está justificada es un tema complejo y profundo que merece la pena reflexionarse con sumo cuidado, pero parece evidente que las respuestas absolutistas del tipo “nunca ” o “siempre” son erróneas por su simplismo e irrealidad; es decir, son falaces por su falta de aplicación en la totalidad de los casos. Lo que es indiscutible, es que la guerra o la violencia son como los accidentes, la inmensa mayoría de los casos pueden evitarse porque están injustificados. Sin embargo, existe un ínfimo porcentaje que parece respaldar la proposición de Martí por su honda complejidad, realismo y aplicación: situaciones específicas en donde no sólo no puede evitarse, sino que es necesaria para lograr, paradójicamente, los derechos de respeto, paz y soberanía de los pueblos, aunque ese solo hecho suponga una desgracia. Maquiavelo en “El príncipe” apuntó hacia esta cuestión: existen decisiones que sólo pueden ser tomadas entre inconvenientes por sus características complejas; es decir, existen casos en los que la decisión que se toma implicará necesariamente consecuencias inconvenientes, por lo que la decisión adecuada será aquella que resulte menos inconveniente, lo que supone que será inconveniente de cualquier forma. Dejar que los grupos nazis, fascistas y supremacistas ucranianos cumplieran sus objetivos genocidas de exterminar a la población y cultura rusa en Ucrania no era una opción permisible como tampoco la expansión de la OTAN a las fronteras rusas, aunque la intervención militar rusa trajera resultados inconvenientes: “no nos dejaron otra opción”, “realmente estoy sorprendido”, “fue una decisión muy difícil”, dijo Vladímir Putin en su momento y tenía razón, aunque pocos lo comprendan con objetividad. El que pocos lo comprendan, por otra parte, puede explicarse si se presta atención al trasfondo de la propaganda occidental.
Los medios masivos de comunicación hegemónicos y las redes sociales están haciendo algo más macabro aun que mentir con la forma en la que proyectan la operación militar rusa en Ucrania: están enseñando a los pueblos -y a las personas individuales- que bajo ninguna circunstancia tienen derecho a defenderse con la fuerza proporcional que exige la situación sin importar el nivel de los ataques. Mire bien el mensaje “oculto”: se está promoviendo que los pueblos del mundo acepten su exterminio por parte de los poderosos dejándose morir en nombre de una idea de paz deformada y sin sentido. Lo que están enseñando es que cuando las víctimas se defienden se convierten en victimarios, mostrando que “perder” su estatus social de víctima es la pérdida de una virtud, valores que yacen dentro de lo perverso; ¿tienen algún sentido racional o compasivamente justificable que el agredido no tenga derecho legítimo a defenderse en las proporciones competentes cuando es estrictamente necesario? Lo que el mundo Occidental está aceptando es que los actos de soberanía auténtica son despreciables e injustificables en todos los casos, lo que es sumamente peligroso para la justicia y la libertad. Están inculcando que el derecho de autodefensa no se justifica nunca, tal como se le enseñó a los esclavos logrando que ni siquiera ellos quisieran su liberación durante cientos o miles de años. El amo podía maltratar o matar al esclavo y seguir siendo bueno; si el esclavo se defendía de la agresión maltratando o matando al amo, se convertía en el malo que debía ser aniquilado.
Cuando se observa a la mayoría de los casos de guerra o de violencia, estos no estaban justificados y eran innecesarios; pero existe una ínfima fracción en la que parecen haber sido necesarios e inevitables, aunque ese sólo hecho suponga una calamidad. Cuando se mira el actuar de los EE.UU, la OTAN y Ucrania en contra de Rusia, se evidencia que los primeros fomentaron una guerra innecesaria y evitable si hubiesen respetado los derechos de Rusia de la misma manera que ellos defienden y exigen los suyos, empero, se negaron a que fueran los acuerdos políticos y diplomáticos la solución de los problemas. Benito Juárez dijo:
Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz
El respeto al derecho de Rusia fue pisoteado por la diplomacia del “primer mundo”, por ende, ¿en qué medida podía haber paz?, una que le negaron al gigante del Este por lo menos desde 2014; ¿qué le quedaba a Rusia luego de ocho años de lucha diplomática a la que escupieron los “máximos defensores del mundo justo y libre”? ¿Dejarse destruir? Entonces, preguntémonos, ¿cuánto abuso es suficiente?
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Muy interesante y útil artículo que proporciona argumentos para ayudar a aclarar ideas en estos momentos de confusión “pacifista”.
Gracias