Epilepsia y filosofía

¿Puede una “enfermedad neurológica” como la epilepsia ser estudiada de manera objetiva por la filosofía? La epilepsia es una condición neurológica compleja que abarca diversos ángulos del individuo, como el neurológico, el físico, el psicológico y el social. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de:

“Una enfermedad cerebral crónica no transmisible […] [caracterizada] por convulsiones recurrentes, que son episodios breves de movimiento involuntario que pueden involucrar una parte del cuerpo (parcial) o todo […] (generalizado) y en ocasiones se acompañan de pérdida de conciencia y control de la función intestinal o vesical. […] Las convulsiones se deben a descargas eléctricas excesivas en un grupo de células cerebrales que pueden producirse en diferentes partes del cerebro. Las convulsiones pueden ir desde episodios muy breves de ausencia o de contracciones musculares hasta convulsiones prolongadas y graves. Su frecuencia también puede variar desde menos de una al año hasta varias al día. […] Una convulsión no significa epilepsia (hasta el 10% de las personas de todo el mundo tiene una convulsión a lo largo de la vida). […] La epilepsia se ha asociado durante siglos con el miedo, la incomprensión, la discriminación y el estigma social. Todavía hoy en día, en muchos países, la calidad de vida de las personas que viven con epilepsia y sus familiares se ve afectada por el estigma relacionado con la enfermedad.”

¿Cómo ha de modificarse la interpretación de una supuesta “enfermedad” mental cuando ésta es capaz de potenciar de modo excepcional la creatividad humana, elevándola a la categoría de genialidad? En tal caso, se hace necesario trascender la visión de la enfermedad como condición de limitación a fin de acercarse a una nueva interpretación en la que se le resalte como una condición de posibilidad para el individuo. Finalmente, no toda desviación de la norma implica una consecuencia negativa.

Si bien se considera a la epilepsia como una “enfermedad crónica cerebral”, a lo largo de la historia se ha atestiguado el genio de mujeres y hombres que, en distintas áreas del arte, de los oficios, de la ciencia, de la política o del conocimiento, lo han desarrollado desde la condición neurológica, física, mental y social de la epilepsia, logrando contribuir a la construcción del mundo sin gozar de un estado de salud “normal” o “saludable”; ¿por qué?, ¿qué significa dicha situación? Esto puede advertirse cuando se presta atención a la vida y obra de personajes como Dostoyevski, Virginia Woolf y Napoleón Bonaparte, entre otros. ¿Acaso una “enfermedad” como esta no debería operar como un constreñimiento de las capacidades integrales de una persona referenciada como “anormal”? Si la enfermedad supone una “anormalidad dañosa” o una alteración del funcionamiento de uno o varios órganos que merma en algún nivel las “facultades normales” de los humanos, ¿por qué existen individuos a los que la “enfermedad mental” los potencia de un modo diferente y excepcional? ¿Estos ejemplos permitirían cuestionar la idea de “enfermedad” como limitación o discapacidad y acercarse a una concepción de condición de lo posible? Esta pregunta no es trivial, sin embargo, tampoco intenta negar los innegables estragos que este padecimiento puede provocar tanto en el paciente como en su entorno; menos todavía niega que existan grados de intensidad en las que podría manifestarse. A pesar de ello, existen suficientes elementos que permiten cuestionar las interpretaciones de la medicina, no para negar la existencia de la epilepsia como tampoco los avances de la ciencia, sino para explorar si sus interpretaciones, en su aplicación a la vida, el desarrollo y la interpretación que tiene de sí mismo y de la realidad un individuo, como, “tú eres un enfermo neuronal y por lo tanto…”, describen una realidad humana incuestionable o la están creando al momento de describirla.

Casos como los de los personajes arriba descritos, permiten cuestionar filosóficamente conceptos como “enfermedad”, “normalidad”, “discapacidad” y “salud”, entre otros, lo que abre la discusión crítica y racional sobre si tales concepciones representan con precisión ontológica y epistemológica a un sujeto con epilepsia. Pero, ¿por qué desde la filosofía? Esta rama del conocimiento tiene las herramientas para traspasar los códigos que han sido considerados obvios o verdaderos, con objeto de ponerlos a prueba por medio de una observación no condicionada por la lectura médica o clínica, de modo que se puedan aportar otras interpretaciones que contribuyan a una mirada de la epilepsia más amplia, realista e integral.

La filosofía, verbigracia, podría poner las pautas para observar aquello que se comprende como “enfermedad” como una experiencia subjetiva e intersubjetiva propia del ser un humano, lo que permite explorarla y comprenderla desde su significado ontológico y epistemológico y no desde la premisa inapelable de la “anormalidad del funcionamiento cerebral”. Si se observa a la epilepsia como una experiencia, más que como una irregularidad, es factible entender por qué algunas personas pueden desarrollarse incluso como genios y no como sujetos condicionados por un diagnóstico estrecho, así como por los prejuicios e ignorancia de la sociedad. En ese sentido, con la filosofía podría debatirse si la epilepsia es una enfermedad que se ha construido socialmente o si se trata de una realidad objetiva, además de que podrían desvelarse cuáles son sus condicionamientos plurales: “no es la epilepsia, sino las epilepsias”, ¿por qué? Así, cabría preguntarse cómo y por qué las ciencias de la salud definen y clasifican a la epilepsia como enfermedad, las consecuencias de sus definiciones y si estas son objetivas respecto a la vasta naturaleza del ser humano o están influenciadas por factores sociales y culturales, lo que haría posible buscar los fundamentos para mirar a la epilepsia como una característica inherente -e interesante – de la condición humana y no como una anormalidad, sino como una más de las infinitas formas de experiencia del sujeto.

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